Últimamente estoy leyendo muchos post del tipo, “Cosas
que no me dijeron antes de ser madre” o “Cosas que no debes decirle a una
embarazada o madre reciente”. En
definitiva, contándonos que en la maternidad no todo es maravilloso… Y aquí es
cuando paro, respiro hondo e intento no soltar una burrada de la que luego
pueda arrepentirme. Aviso de antemano,
que si estás embarazada o acabas de ser madre, mejor no sigas leyendo, o tal
vez sí...
Me ha parecido cuanto menos curioso, que en ninguno de
esos post se hace mención a un hecho, que puede suceder, y que estadísticamente
sucede muchísimo más de lo que creemos.
Y es que a mí al menos, nadie me avisó, que mi niña “podía no nacer”.
Nos hacemos a la idea de que pasado el primer trimestre,
estamos fuera de peligro. Pasada la eco de las 20 semanas, ya está todo rodado,
nos confirman que con una tasa de probabilidad alta el niño viene bien y
nosotras cegadas por la ilusión y la
impaciencia nos lo creemos.
A mí nadie me avisó, que con mis 36 semanas ya cumplidas
y un embarazo casi idílico, mi hija podía nacer sin vida… y una vez que sucede,
una vez que te desgarran por completo el alma, comienza el duelo perinatal. Un
duelo solitario, silenciado, prohibido por una sociedad que no entiende que llores
algo que nunca has tenido, algo que no pueden ver, ni tocar.
Y es que debe ser muy difícil entender que lo que pierdes
es todo lo que iba a ser, iba a ser una nueva vida, una personita a la que ver
crecer, que iba a compartir su vida con nosotros, sus padres y su hermano. Una
pequeña a la que llevábamos ocho meses esperando y preparando su llegada, soñando
con ella, imaginándola, amándola. Y cuando el destino te arranca todo eso de
golpe, el vacío es tan grande que el dolor no se puede describir.
Entonces comienza el llanto silenciado. Porque te hacen creer
que no tienes motivos ni derecho a sufrir, llorar ni recordar. Porque les ha pasado a muchas otras y no van por
los rincones lamentándose. Quizás realmente
nadie se ha parado a pensar, que no lo hacen porque también se les ha hecho creer
que es algo por lo que no tenemos derecho a llorar y así la pelota se va haciendo
cada vez mayor, y así van sumándose madres que silencian el dolor del duelo
gestacional y perinatal porque creen que no son lo suficientemente fuertes o valientes
como para superarlo. Y lloramos a
escondidas, en la oscuridad y soledad para que nadie sepa que somos más débiles
que el resto. Ocultándolo incluso a nuestros seres queridos porque “Tienes que
seguir adelante, olvidarlo ya”.
Recuerdo despertarme a media noche y abrazar la urna con
sus restos a escondidas como si intentara darle todo el amor que se me
enquistaba dentro, como si pudiera recuperar todo lo que nos habían robado.
Y mientras, la sociedad te reclama que vuelvas a ser la de
antes. Te das cuenta que no puedes, que la vida irremediablemente siempre avanza
hacia delante y que igual que después de ser madre, nunca vuelves a ser la
misma, tras una pérdida mucho menos. Hace
poco leí que una persona, es la suma de
sus vivencias, sus deseos, esperanzas, anhelos, dudas, sufrimiento... La
pérdida pasa a formar parte de todo
eso y no, no se puede volver a ser la misma.
Cierto es que
todo parece seguir igual. La habitación que con tanta ilusión le preparamos,
sigue en silencio, su cuna sigue vacía, su ropa y juguetes siguen sin estrenar
en su flamante armario rosa. Me recuerdo
mirando al espejo mi barriga deforme posparto, mis pechos hinchados sin leche,
mi cadera ensanchada, y pensar “si te tuviera en mis brazos, nada de esto
importaría”. Recuerdo la presión por borrar todo rastro en mi cuerpo del
embarazo porque “había que pasar página”.
Con esto enlazo con las frases desafortunadas que se dicen a
una MADRE que ha perdido a su hijo, o lo que no debes decirle. Sobre este tema,
por suerte, cada vez hay más post, lugares y gente que reivindica un poco de empatía
y asertividad como UmaManita. Quizás algún día me anime a
contaros todas las burradas que me dijeron, hoy solo os voy a comentar algunas
que realmente me marcaron.
El día que la enterramos, mi madre me dijo “Ahora borrón y
cuenta nueva, esto no ha pasado”, creo que nunca podré olvidar ni perdonar esas
palabras.
Al poco de pasar una amiga embarazada, “A mí no me va a
pasar, yo tengo cuidado”, no voy a decir más al respecto, salvo que no he
vuelto ni pienso volver a saber de ella.
Un día me encontré por la calle con una mamá de la guarde a
la que hacía tiempo que no veía. La última vez que la vi estaba embarazada. Ese
día llevaba una camiseta ancha, iba con su hija unos meses mayor que #Gusanito.
La saludé y le pregunté por su embarazo. Me miró y me enseño su tripa plana
diciendo ‘Ya no está’, supongo que vio mi cara pálida y desencajada, porque
rápidamente añadió, “Nació el mes pasado”. Este hecho sería solo un comentario
desafortunado si no fuera porque ella sabía perfectamente lo sucedido con Emma y
no deja de ser un ejemplo más de la falta de tacto y empatía que existe en la
sociedad.
Pero qué
ocurre si no quieres esconderte o disimular que estás bien, te niegas a dejar
de hablar de ella, a olvidarla, lo que recibes es el golpe de la soledad.
Porque a las pocas semanas, ya nadie te llama, nadie pregunta cómo estás, nadie
quiere escucharte hablar de ella. A nadie le importa alguien que no existe.
Estoy cansada
de palabras de consuelo hirientes que
menosprecian mi dolor. Solo necesito una
mano amiga, un hombro que sepa estar ahí, que me escuche cuando la herida se
abre, porque no lo dudéis, se abre, una y otra vez. Por suerte tengo a #MiMedioMandarino
y a #Gusanito, que a su manera me sostienen día a día.
Si por
desgracia alguien de tu entorno pasa por esto, te vendría bien recordar que “las heridas de una pérdida solo las puede
curar uno mismo”. No des lecciones de vida, de algo que desconoces.
Yo soy y
era la mama de Emma mucho antes de dar a luz, fui su madre desde el momento que
supe que estaba ahí, la amé y la cuidé desde ese instante y hasta que la
sociedad no lo comprenda, hasta que no se reconozca nuestra maternidad, no se
reconocerá nuestro duelo.
No necesito recordar lo que sentía al ver una embarazada o a una feliz madre con su recién nacido en brazos, porque por desgracia, aun lo siento. Sigo sin ser capaz de escuchar o leer sobre finales felices. Y si no te sonrío, no comento tu blog, o sencillamente no escucho el podcast en el que hablas de lo feliz que eres y lo bien que te salio todo. Es porque aun no puedo comprender porque, porque tu hijo tenia derecho a vivir, pero Emma no. Y se que es una pregunta que no tiene respuesta, pero quizás con el tiempo mi dolor sea menor, y tu comprensión y empatía sea mayor.