Cuando te conviertes en madre, todo torna un cariz diferente, de repente todo se vuelve del revés y ya nunca nada volverá a donde estaba, porque tú, tu mundo y tus prioridades habéis cambiado. De repente el color del cielo es más intenso, las flores huelen diferente y las canciones esconden sentimientos perdidos. Y echas la culpa a las hormonas y al posparto cuando te emocionas al vislumbrar un atisbo de sonrisa en esa carita que te mira, como si tú fueras su universo (y lo eres). Y sientes una conexión mágica con ese ser al que tú has traído al mundo, que es difícil explicar con palabras.
Esa conexión tiene nombre y una explicación científica. Se llama microquimerismo fetomaternal, es un proceso por el cual las células del feto pasan a través de la placenta y establecen una estirpe de células en el interior de la madre, que persisten en ella y se multiplican durante décadas y a su vez algunas células de la madre pasan de igual modo, a la circulación del feto.
¿A que ahora cobran sentido frases como ‘porque te he parido’ que nos decían nuestras madres como respuesta a casi todo?
Pero ¿Qué ocurre cuando ese bebe se va antes de tiempo?
Ocurre que te conviertes en una madre con los brazos vacíos y todo torna un cariz diferente, de repente todo se vuelve del revés y ya nunca nada volverá a donde estaba, porque tú, tu mundo y tus prioridades habéis cambiado. De repente el color del cielo es más oscuro, las flores huelen diferente o las canciones esconden sentimientos prohibidos. Y echas la culpa a las hormonas y al posparto cuando te derrumbas al ver un carrito, una embarazada, un escaparate... Y sientes un vacío inmenso en el alma, como si te hubieran robado una parte de tu ser, y un dolor tan profundo que es difícil explicar con palabras.
Y de igual modo, las células de su bebé habitan y persistirán en ella, y de la misma forma que una madre nunca será la misma que antes de serlo, una mamá en duelo tampoco, podrá ser la misma que antes de gestar a su hijo.
Recuerdo las semanas posteriores, como si fuera una película y yo una mera espectadora de mi vida. Recuerdo como la sociedad y mi propio entorno me abrumaban ‘para pasar página’, como molestaba que la nombrara, como tenía que esconderme para llorarla, la presión por hacer desaparecer de mi cuerpo cualquier rastro de su embarazo, como todos hacían como si nada hubiera pasado, como si pudieran hacer desaparecer los últimos 9 meses de mi vida. Recuerdo las frases ‘de aliento’ que me dejaban sumida en la más oscura miseria, ‘mejor que no haya nacido’, ‘aun sois jóvenes’, ’ya tendrás otra’, pero yo no quería otra, quería a mi pequeña, y sigo queriéndola, y eso no hace que quiera menos a mi pequeña Arcoíris.
Y te encuentras con que al dolor de pasar por un parto sin poder escuchar su llanto, de perder a tu bebe, al que has llamado por su nombre, al que has sentido durante meses, al que has imaginado, con el que has hecho miles de planes y has soñado… se suma darte de bruces con la administración pública que niega su existencia.
Te niegan ver su nombre escrito de forma oficial en ningún sitio, ya que en este país, si tu hijo nace sin vida o fallece antes de las 24h no tiene derecho a aparecer ni en el registro civil ni en el libro de familia, ni siquiera en el informe del hospital donde con suerte aparecerá como ‘feto de’, en nuestro caso ni eso.
El único sitio “oficial” donde aparece el nombre de mi pequeña Emma, es en la placa que acompañaba la urna con sus restos. Y el no poder ver su nombre al lado de los de sus hermanos para mí es un dolor añadido, porque en mi corazón tengo tres hijos, porque he dado a luz tres veces, aunque ni pequeña mariposa blanca no esté con nosotros.
Por eso, te pido nos ayudes el lunes día 15 a darle visibilidad, porque al año 3'2 millones de bebés nacen sin vida en el mundo y si nos referimos a pérdidas en cualquier trimestre, hablamos de que solo 30 de cada 100 embarazos llegaría a nacer con vida.